3/22/24

Jonathan Swift acerca de los médicos, abogados, políticos y reflexion

 En "Viajes de Gulliver" el cual NO es un libro infantil. Completamente lelno de parábolas e ironías, dejo estos parrafos (ya al final de libro) para su disfrute.

Por cierto al leer mas abajo entenderán en cierta forma el porque tantos médicos y abogados son políticos

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MEDICOS

En varias ocasiones había contado a su señoría que muchos hombres de mi tripulación habían muerto de enfermedad, y así, pasé a hablarle de otra clase de gente que gana su vida asistiendo a los enfermos. Pero aquí sí que tropecé con las mayores dificultades para llevarle a comprender lo que decía. Él podía concebir fácilmente que un houyhnhnm se sintiera débil y pesado unos días antes de morir, o que, por un accidente, se rompiese un miembro; pero que la Naturaleza, que lo hace todo a la perfección, consintiese que en nuestros cuerpos se produjera dolor ninguno, le parecía de todo punto imposible, y quería saber la causa de mal tan inexplicable. Yo le dije que nos alimentábamos con mil cosas que operaban opuestamente; que comíamos sin tener hambre y bebíamos sin que nos excitara la sed; que pasábamos noches enteras bebiendo licores fuertes, sin comer un bocado, lo que nos disponía a la pereza, nos inflamaba el cuerpo y precipitaba o retardaba la digestión. Añadí que no acabaríamos nunca si fuese a darle un catálogo de todas las enfermedades a que está sujeto el cuerpo humano, pues no serían menos de quinientas o seiscientas, repartidas por todos los miembros y articulaciones; en suma: cada parte externa o interna tenía sus enfermedades propias. Para remediarlas existía entre nosotros una clase de gentes instruidas en la profesión o en la pretensión de curar a los enfermos. Y como yo era bastante entendido en el oficio, por gratitud hacia su señoría iba a darle a conocer todo el misterio y el método con que procedíamos. Pero además de las enfermedades verdaderas estamos sujetos a muchas que son nada más que imaginarias, y para las cuales los médicos han inventado curas imaginarias también. Las tales tienen sus diversos nombres, así como las drogas apropiadas a cada cual, y con las tales hállanse siempre inficionados nuestros yahoos hembras. Una gran excelencia de esta casta es su habilidad para los pronósticos, en los que rara vez se equivocan. Sus predicciones en las enfermedades reales que han alcanzado cierto grado de malignidad anuncian generalmente la muerte, lo que siempre está en su mano, mientras el restablecimiento no lo está; y, por lo tanto, cuando, después de haber pronunciado su sentencia, aparece algún inesperado signo de mejoría, antes que ser acusados de falsos profetas, saben cómo certificar su sagacidad al mundo con una dosis oportuna. Asimismo resulta de especial utilidad para maridos y mujeres que están aburridos de su pareja, para los hijos mayores, para los grandes ministros de Estado, y a menudo para los príncipes. 

ABOGADOS

Díjele que entre nosotros existía una sociedad de hombres educados desde su juventud en el arte de probar con palabras multiplicadas al efecto que lo blanco es negro y lo negro es blanco, según para lo que se les paga. «El resto de las gentes son esclavas de esta sociedad. Por ejemplo: si mi vecino quiere mi vaca, asalaria un abogado que pruebe que debe quitarme la vaca. Entonces yo tengo que asalariar otro para que defienda mi derecho, pues va contra todas las reglas de la ley que se permita a nadie hablar por si mismo. Ahora bien; en este caso, yo, que soy el propietario legítimo, tengo dos desventajas. La primera es que, como mi abogado se ha ejercitado casi desde su cuna en defender la falsedad, cuando quiere abogar por la justicia -oficio que no le es natural- lo hace siempre con gran torpeza, si no con mala fe. La segunda desventaja es que mi abogado debe proceder con gran precaución, pues de otro modo le reprenderán los jueces y le aborrecerán sus colegas, como a quien degrada el ejercicio de la ley. No tengo, pues, sino dos medios para defender mi vaca. El primero es ganarme al abogado de mi adversario con un estipendio doble, que le haga traicionar a su cliente insinuando que la justicia está de su parte. El segundo procedimiento es que mi abogado dé a mi causa tanta apariencia de injusticia como le sea posible, reconociendo que la vaca pertenece a mi adversario; y esto, si se hace diestramente, conquistará sin duda, el favor del tribunal. Ahora debe saber su señoría que estos jueces son las personas designadas para decidir en todos los litigios sobre propiedad, así como para entender en todas las acusaciones contra criminales, y que se los saca de entre los abogados más hábiles cuando se han hecho viejos o perezosos; y como durante toda su vida se han inclinado en contra de la verdad y de la equidad, es para ellos tan necesario favorecer el fraude, el perjurio y la vejación, que yo he sabido de varios que prefirieron rechazar un pingüe soborno de la parte a que asistía la justicia a injuriar a la Facultad haciendo cosa impropia de la naturaleza de su oficio. »Es máxima entre estos abogados que cualquier cosa que se haya hecho ya antes puede volver a hacerse legalmente, y, por lo tanto, tienen cuidado especial en guardar memoria de todas las determinaciones anteriormente tomadas contra la justicia común y contra la razón corriente de la Humanidad. Las exhiben, bajo el nombre de precedentes, como autoridades para justificar las opiniones más inicuas, y los jueces no dejan nunca de fallar de conformidad con ellas. »Cuando defienden una causa evitan diligentemente todo lo que sea entrar en los fundamentos de ella; pero se detienen, alborotadores, violentos y fatigosos, sobre todas las circunstancias que no hacen al caso. En el antes mencionado, por ejemplo, no procurarán nunca averiguar qué derechos o títulos tiene mi adversario sobre mi vaca; pero discutirán si dicha vaca es colorada o negra, si tiene los cuernos largos o cortos, si el campo donde la llevo a pastar es redondo o cuadrado, si se la ordeña dentro o fuera de casa, a qué enfermedades está sujeta y otros puntos análogos. Después de lo cual consultarán precedentes, aplazarán la causa una vez y otra, y a los diez, o los veinte, o los treinta años, se llegará a la conclusión. »Asimismo debe consignarse que esta sociedad tiene una jerigonza y jerga particular para su uso, que ninguno de los demás mortales puede entender, y en la cual están escritas todas las leyes, que los abogados se cuidan muy especialmente de multiplicar. Con lo que han conseguido confundir totalmente la esencia misma de la verdad y la mentira, la razón y la sinrazón, de tal modo que se tardará treinta años en decidir si el campo que me han dejado mis antecesores de seis generaciones me pertenece a mí o pertenece a un extraño que está a trescientas millas de distancia. »En los procesos de personas acusadas de crímenes contra el Estado, el método es mucho más corto y recomendable: el juez manda primero a sondear la disposición de quienes disfrutan el poder, y luego puede con toda comodidad ahorcar o absolver al criminal, cumpliendo rigurosamente todas las debidas formas legales.» Aquí mi amo interrumpió diciendo que era una lástima que seres dotados de tan prodigiosas habilidades de entendimiento como estos abogados habían de ser, según el retrato que yo de ellos hacía, no se dedicasen más bien a instruir a los demás en sabiduría y ciencia. En respuesta a lo cual aseguré a su señoría que en todas las materias ajenas a su oficio eran ordinariamente el linaje más ignorante y estúpido; los más despreciables en las conversaciones corrientes, enemigos declarados de la ciencia y el estudio e inducidos a pervertir la razón general de la Humanidad en todos los sujetos de razonamiento, igual que en los que caen dentro de su profesión.


POLITICOS

Había yo tenido ya ocasión de discurrir con mi amo sobre la naturaleza del gobierno en general, y particularmente sobre nuestra magnífica Constitución, legítima maravilla y envidia del mundo entero. Pero como acabase de nombrar incidentalmente a un ministro de Estado, me mandó al poco tiempo que le informase de qué especie de yahoos era lo que yo designaba con tal nombre en particular. Le dije que un primer ministro, o ministro presidente, que era la persona que iba a pintarle, era un ser exento de alegría y dolor, amor y odio, piedad y cólera, o, por lo menos, que no hace uso de otra pasión que un violento deseo de riquezas, poder y títulos. Emplea sus palabras para todos los usos, menos para indicar cuál es su opinión; nunca dice la verdad sino con la intención de que se tome por una mentira, ni una mentira sino con el propósito de que se tome por una verdad. Aquellos de quienes peor habla en su ausencia son los que están en camino seguro de predicamento, y si empieza a hacer vuestra alabanza a otros o a vosotros mismos, podéis consideraros en el abandono desde aquel instante. Lo peor que de él se puede recibir es una promesa, especialmente cuando va confirmada por un juramento; después de esta prueba, todo hombre prudente se retira y renuncia a todas las esperanzas. Tres son los métodos por que un hombre puede elevarse a primer ministro: el primero es saber usar con prudencia de una esposa, una hija o una hermana; el segundo, traicionar y minar el terreno al predecesor, y el tercero, mostrar en asambleas públicas furioso celo contra las corrupciones de la corte. Pero un príncipe preferirá siempre a los que practican el último de estos métodos; porque tales celosos resultan siempre los más rendidos y subordinados a la voluntad y a las pasiones de su señor. Estos ministros, como tienen todos los empleos a su disposición, se mantienen en el Poder corrompiendo a la mayoría de un Senado o un gran Consejo; y, por último, por medio de un expediente llamado Acta de Indemnidad - cuya naturaleza expliqué a mi amo-, se aseguran contra cualquier ajuste de cuentas que pudiera sobrevenir y se retiran de la vida pública cargados con los despojos de la nación. El palacio de un primer ministro es un seminario donde otros se educan en el mismo oficio. Pajes, lacayos y porteros, por imitación de su señor, se convierten en ministros de Estado de sus jurisdicciones respectivas y cuidan de sobresalir en los tres principales componentes de insolencia, embuste y soborno. De este modo tienen cortes subalternas que les pagan personas del más alto rango, y, a veces, por la fuerza de la habilidad y de la desvergüenza, llegan, después de diversas gradaciones, a sucesores del señor. El primer ministro está gobernado ordinariamente por una mujerzuela degenerada o por un lacayo favorito, que son los túneles por donde se conduce toda gracia y que, a fin de cuentas, pueden ser propiamente los calificados de verdaderos gobernadores del reino.

REFLEXION

Pero por lo que he podido colegir de vuestro relato y de las respuestas que con gran esfuerzo os he arrancado y sacado, no puedo por menos de deducir que el conjunto de vuestros semejantes es la raza de odiosos bichillos más perniciosa que la Naturaleza haya nunca permitido que se arrastre por la superficie de la tierra.



 Septiembre 2023

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