La policía no puede exterminar a todos los delicuentes, pues desaparecería de inmediato
El principal sentido de los impuestos es que son la manera en que la clase política se mantiene de los demás.
Díjele que entre nosotros existía una sociedad de hombres
educados desde su juventud en el arte de probar con palabras
multiplicadas al efecto que lo blanco es negro y lo negro es blanco,
según para lo que se les paga. «El resto de las gentes son esclavas
de esta sociedad. Por ejemplo: si mi vecino quiere mi vaca, asalaria
un abogado que pruebe que debe quitarme la vaca. Entonces yo
tengo que asalariar otro para que defienda mi derecho, pues va
contra todas las reglas de la ley que se permita a nadie hablar por si
mismo. Ahora bien; en este caso, yo, que soy el propietario legítimo,
tengo dos desventajas. La primera es que, como mi abogado se ha
ejercitado casi desde su cuna en defender la falsedad, cuando
quiere abogar por la justicia -oficio que no le es natural- lo hace
siempre con gran torpeza, si no con mala fe. La segunda desventaja
es que mi abogado debe proceder con gran precaución, pues de
otro modo le reprenderán los jueces y le aborrecerán sus colegas,
como a quien degrada el ejercicio de la ley. No tengo, pues, sino dos
medios para defender mi vaca. El primero es ganarme al abogado
de mi adversario con un estipendio doble, que le haga traicionar a
su cliente insinuando que la justicia está de su parte. El segundo
procedimiento es que mi abogado dé a mi causa tanta apariencia de
injusticia como le sea posible, reconociendo que la vaca pertenece a
mi adversario; y esto, si se hace diestramente, conquistará sin duda,
el favor del tribunal. Ahora debe saber su señoría que estos jueces
son las personas designadas para decidir en todos los litigios sobre
propiedad, así como para entender en todas las acusaciones contra
criminales, y que se los saca de entre los abogados más hábiles
cuando se han hecho viejos o perezosos; y como durante toda su
vida se han inclinado en contra de la verdad y de la equidad, es para
ellos tan necesario favorecer el fraude, el perjurio y la vejación, que
yo he sabido de varios que prefirieron rechazar un pingüe soborno
de la parte a que asistía la justicia a injuriar a la Facultad haciendo
cosa impropia de la naturaleza de su oficio.
»Es máxima entre estos abogados que cualquier cosa que se haya
hecho ya antes puede volver a hacerse legalmente, y, por lo tanto,
tienen cuidado especial en guardar memoria de todas las
determinaciones anteriormente tomadas contra la justicia común y
contra la razón corriente de la Humanidad. Las exhiben, bajo el
nombre de precedentes, como autoridades para justificar las
opiniones más inicuas, y los jueces no dejan nunca de fallar de
conformidad con ellas.
»Cuando defienden una causa evitan diligentemente todo lo que sea
entrar en los fundamentos de ella; pero se detienen, alborotadores,
violentos y fatigosos, sobre todas las circunstancias que no hacen al
caso. En el antes mencionado, por ejemplo, no procurarán nunca
averiguar qué derechos o títulos tiene mi adversario sobre mi vaca;
pero discutirán si dicha vaca es colorada o negra, si tiene los
cuernos largos o cortos, si el campo donde la llevo a pastar es
redondo o cuadrado, si se la ordeña dentro o fuera de casa, a qué
enfermedades está sujeta y otros puntos análogos. Después de lo
cual consultarán precedentes, aplazarán la causa una vez y otra, y a
los diez, o los veinte, o los treinta años, se llegará a la conclusión.
»Asimismo debe consignarse que esta sociedad tiene una jerigonza
y jerga particular para su uso, que ninguno de los demás mortales
puede entender, y en la cual están escritas todas las leyes, que los
abogados se cuidan muy especialmente de multiplicar. Con lo que
han conseguido confundir totalmente la esencia misma de la verdad
y la mentira, la razón y la sinrazón, de tal modo que se tardará
treinta años en decidir si el campo que me han dejado mis
antecesores de seis generaciones me pertenece a mí o pertenece a
un extraño que está a trescientas millas de distancia.
»En los procesos de personas acusadas de crímenes contra el
Estado, el método es mucho más corto y recomendable: el juez
manda primero a sondear la disposición de quienes disfrutan el
poder, y luego puede con toda comodidad ahorcar o absolver al
criminal, cumpliendo rigurosamente todas las debidas formas
legales.»
Aquí mi amo interrumpió diciendo que era una lástima que seres
dotados de tan prodigiosas habilidades de entendimiento como
estos abogados habían de ser, según el retrato que yo de ellos
hacía, no se dedicasen más bien a instruir a los demás en sabiduría
y ciencia. En respuesta a lo cual aseguré a su señoría que en todas
las materias ajenas a su oficio eran ordinariamente el linaje más
ignorante y estúpido; los más despreciables en las conversaciones
corrientes, enemigos declarados de la ciencia y el estudio e
inducidos a pervertir la razón general de la Humanidad en todos los
sujetos de razonamiento, igual que en los que caen dentro de su
profesión.
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Se tiene que matar si se debe proteger a los inocentes
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Algunas de mis novias