En "Viajes de Gulliver" el cual NO es un libro infantil. Completamente lelno de parábolas e ironías, dejo estos parrafos (ya al final de libro) para su disfrute.
Por cierto al leer mas abajo entenderán en cierta forma el porque tantos médicos y abogados son políticos
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MEDICOS
En varias ocasiones había contado a su señoría que muchos
hombres de mi tripulación habían muerto de enfermedad, y así,
pasé a hablarle de otra clase de gente que gana su vida asistiendo a
los enfermos. Pero aquí sí que tropecé con las mayores dificultades
para llevarle a comprender lo que decía. Él podía concebir
fácilmente que un houyhnhnm se sintiera débil y pesado unos días
antes de morir, o que, por un accidente, se rompiese un miembro;
pero que la Naturaleza, que lo hace todo a la perfección, consintiese
que en nuestros cuerpos se produjera dolor ninguno, le parecía de
todo punto imposible, y quería saber la causa de mal tan
inexplicable. Yo le dije que nos alimentábamos con mil cosas que
operaban opuestamente; que comíamos sin tener hambre y
bebíamos sin que nos excitara la sed; que pasábamos noches
enteras bebiendo licores fuertes, sin comer un bocado, lo que nos
disponía a la pereza, nos inflamaba el cuerpo y precipitaba o
retardaba la digestión. Añadí que no acabaríamos nunca si fuese a
darle un catálogo de todas las enfermedades a que está sujeto el
cuerpo humano, pues no serían menos de quinientas o seiscientas,
repartidas por todos los miembros y articulaciones; en suma: cada
parte externa o interna tenía sus enfermedades propias. Para
remediarlas existía entre nosotros una clase de gentes instruidas en
la profesión o en la pretensión de curar a los enfermos. Y como yo
era bastante entendido en el oficio, por gratitud hacia su señoría iba
a darle a conocer todo el misterio y el método con que procedíamos.
Pero además de las enfermedades verdaderas estamos sujetos a
muchas que son nada más que imaginarias, y para las cuales los
médicos han inventado curas imaginarias también. Las tales tienen
sus diversos nombres, así como las drogas apropiadas a cada cual,
y con las tales hállanse siempre inficionados nuestros yahoos
hembras.
Una gran excelencia de esta casta es su habilidad para los
pronósticos, en los que rara vez se equivocan. Sus predicciones en
las enfermedades reales que han alcanzado cierto grado de
malignidad anuncian generalmente la muerte, lo que siempre está
en su mano, mientras el restablecimiento no lo está; y, por lo tanto,
cuando, después de haber pronunciado su sentencia, aparece algún
inesperado signo de mejoría, antes que ser acusados de falsos
profetas, saben cómo certificar su sagacidad al mundo con una
dosis oportuna. Asimismo resulta de especial utilidad para maridos y
mujeres que están aburridos de su pareja, para los hijos mayores,
para los grandes ministros de Estado, y a menudo para los
príncipes.
ABOGADOS
Díjele que entre nosotros existía una sociedad de hombres
educados desde su juventud en el arte de probar con palabras
multiplicadas al efecto que lo blanco es negro y lo negro es blanco,
según para lo que se les paga. «El resto de las gentes son esclavas
de esta sociedad. Por ejemplo: si mi vecino quiere mi vaca, asalaria
un abogado que pruebe que debe quitarme la vaca. Entonces yo
tengo que asalariar otro para que defienda mi derecho, pues va
contra todas las reglas de la ley que se permita a nadie hablar por si
mismo. Ahora bien; en este caso, yo, que soy el propietario legítimo,
tengo dos desventajas. La primera es que, como mi abogado se ha
ejercitado casi desde su cuna en defender la falsedad, cuando
quiere abogar por la justicia -oficio que no le es natural- lo hace
siempre con gran torpeza, si no con mala fe. La segunda desventaja
es que mi abogado debe proceder con gran precaución, pues de
otro modo le reprenderán los jueces y le aborrecerán sus colegas,
como a quien degrada el ejercicio de la ley. No tengo, pues, sino dos
medios para defender mi vaca. El primero es ganarme al abogado
de mi adversario con un estipendio doble, que le haga traicionar a
su cliente insinuando que la justicia está de su parte. El segundo
procedimiento es que mi abogado dé a mi causa tanta apariencia de
injusticia como le sea posible, reconociendo que la vaca pertenece a
mi adversario; y esto, si se hace diestramente, conquistará sin duda,
el favor del tribunal. Ahora debe saber su señoría que estos jueces
son las personas designadas para decidir en todos los litigios sobre
propiedad, así como para entender en todas las acusaciones contra
criminales, y que se los saca de entre los abogados más hábiles
cuando se han hecho viejos o perezosos; y como durante toda su
vida se han inclinado en contra de la verdad y de la equidad, es para
ellos tan necesario favorecer el fraude, el perjurio y la vejación, que
yo he sabido de varios que prefirieron rechazar un pingüe soborno
de la parte a que asistía la justicia a injuriar a la Facultad haciendo
cosa impropia de la naturaleza de su oficio.
»Es máxima entre estos abogados que cualquier cosa que se haya
hecho ya antes puede volver a hacerse legalmente, y, por lo tanto,
tienen cuidado especial en guardar memoria de todas las
determinaciones anteriormente tomadas contra la justicia común y
contra la razón corriente de la Humanidad. Las exhiben, bajo el
nombre de precedentes, como autoridades para justificar las
opiniones más inicuas, y los jueces no dejan nunca de fallar de
conformidad con ellas.
»Cuando defienden una causa evitan diligentemente todo lo que sea
entrar en los fundamentos de ella; pero se detienen, alborotadores,
violentos y fatigosos, sobre todas las circunstancias que no hacen al
caso. En el antes mencionado, por ejemplo, no procurarán nunca
averiguar qué derechos o títulos tiene mi adversario sobre mi vaca;
pero discutirán si dicha vaca es colorada o negra, si tiene los
cuernos largos o cortos, si el campo donde la llevo a pastar es
redondo o cuadrado, si se la ordeña dentro o fuera de casa, a qué
enfermedades está sujeta y otros puntos análogos. Después de lo
cual consultarán precedentes, aplazarán la causa una vez y otra, y a
los diez, o los veinte, o los treinta años, se llegará a la conclusión.
»Asimismo debe consignarse que esta sociedad tiene una jerigonza
y jerga particular para su uso, que ninguno de los demás mortales
puede entender, y en la cual están escritas todas las leyes, que los
abogados se cuidan muy especialmente de multiplicar. Con lo que
han conseguido confundir totalmente la esencia misma de la verdad
y la mentira, la razón y la sinrazón, de tal modo que se tardará
treinta años en decidir si el campo que me han dejado mis
antecesores de seis generaciones me pertenece a mí o pertenece a
un extraño que está a trescientas millas de distancia.
»En los procesos de personas acusadas de crímenes contra el
Estado, el método es mucho más corto y recomendable: el juez
manda primero a sondear la disposición de quienes disfrutan el
poder, y luego puede con toda comodidad ahorcar o absolver al
criminal, cumpliendo rigurosamente todas las debidas formas
legales.»
Aquí mi amo interrumpió diciendo que era una lástima que seres
dotados de tan prodigiosas habilidades de entendimiento como
estos abogados habían de ser, según el retrato que yo de ellos
hacía, no se dedicasen más bien a instruir a los demás en sabiduría
y ciencia. En respuesta a lo cual aseguré a su señoría que en todas
las materias ajenas a su oficio eran ordinariamente el linaje más
ignorante y estúpido; los más despreciables en las conversaciones
corrientes, enemigos declarados de la ciencia y el estudio e
inducidos a pervertir la razón general de la Humanidad en todos los
sujetos de razonamiento, igual que en los que caen dentro de su
profesión.
POLITICOS
Había yo tenido ya ocasión de discurrir con mi amo sobre la naturaleza del gobierno en general, y particularmente sobre nuestra magnífica Constitución, legítima maravilla y envidia del mundo entero. Pero como acabase de nombrar incidentalmente a un ministro de Estado, me mandó al poco tiempo que le informase de qué especie de yahoos era lo que yo designaba con tal nombre en particular. Le dije que un primer ministro, o ministro presidente, que era la persona que iba a pintarle, era un ser exento de alegría y dolor, amor y odio, piedad y cólera, o, por lo menos, que no hace uso de otra pasión que un violento deseo de riquezas, poder y títulos. Emplea sus palabras para todos los usos, menos para indicar cuál es su opinión; nunca dice la verdad sino con la intención de que se tome por una mentira, ni una mentira sino con el propósito de que se tome por una verdad. Aquellos de quienes peor habla en su ausencia son los que están en camino seguro de predicamento, y si empieza a hacer vuestra alabanza a otros o a vosotros mismos, podéis consideraros en el abandono desde aquel instante. Lo peor que de él se puede recibir es una promesa, especialmente cuando va confirmada por un juramento; después de esta prueba, todo hombre prudente se retira y renuncia a todas las esperanzas. Tres son los métodos por que un hombre puede elevarse a primer ministro: el primero es saber usar con prudencia de una esposa, una hija o una hermana; el segundo, traicionar y minar el terreno al predecesor, y el tercero, mostrar en asambleas públicas furioso celo contra las corrupciones de la corte. Pero un príncipe preferirá siempre a los que practican el último de estos métodos; porque tales celosos resultan siempre los más rendidos y subordinados a la voluntad y a las pasiones de su señor. Estos ministros, como tienen todos los empleos a su disposición, se mantienen en el Poder corrompiendo a la mayoría de un Senado o un gran Consejo; y, por último, por medio de un expediente llamado Acta de Indemnidad - cuya naturaleza expliqué a mi amo-, se aseguran contra cualquier ajuste de cuentas que pudiera sobrevenir y se retiran de la vida pública cargados con los despojos de la nación. El palacio de un primer ministro es un seminario donde otros se educan en el mismo oficio. Pajes, lacayos y porteros, por imitación de su señor, se convierten en ministros de Estado de sus jurisdicciones respectivas y cuidan de sobresalir en los tres principales componentes de insolencia, embuste y soborno. De este modo tienen cortes subalternas que les pagan personas del más alto rango, y, a veces, por la fuerza de la habilidad y de la desvergüenza, llegan, después de diversas gradaciones, a sucesores del señor. El primer ministro está gobernado ordinariamente por una mujerzuela degenerada o por un lacayo favorito, que son los túneles por donde se conduce toda gracia y que, a fin de cuentas, pueden ser propiamente los calificados de verdaderos gobernadores del reino.
REFLEXION
Pero por lo que he podido colegir de vuestro relato y de las
respuestas que con gran esfuerzo os he arrancado y sacado, no
puedo por menos de deducir que el conjunto de vuestros
semejantes es la raza de odiosos bichillos más perniciosa que la
Naturaleza haya nunca permitido que se arrastre por la superficie de
la tierra.
Septiembre 2023
3.